7 de junio de 2022

Contando ovejas

Tuve un brusco sueño a las 5AM, del cual me desperté algo sobresaltado. Soñé que entraba en tu casa con un excusa oníricamente inverosímil, solo para cruzarte, verte de cerca y saldar cuentas con las incertidumbres que me abruman desde noviembre pasado.
Casi de inmediato le bajé el precio, porque ya no tenes la fuerza de antes. Estos sueños que siguen sucediendo son espasmos involuntarios que arrastro de una época muy difícil que atravesé hace unos meses. Pero ya no tiene que ver con vos, ni con tu individualidad. Hoy más que nunca son ecos y reflejos de mis propias inseguridades y complejos, pero que vos acentuaste obviamente (algún mérito tenés todavía).
Pero la sensación angustiante en el pecho no se iba y derivó en un insomnio matutino de lo más molesto. No pude contener los pensamientos y empecé a relacionar todo con esta nueva frustración que me toca transitar. Y siento como se desdibujan los bordes de tu ser para fundirse en un nueva forma. Empiezo a sentir y comprender las secuelas de tus acciones y a poder separarlas de la persona. Asimilo finalmente algo que sé hace rato: no eras tanto vos en sí, sino cómo se proyectaba en mí toda esa frustración.

Quizá no tenga cara y sea sólo una silueta.

20 de mayo de 2022

Arenas movedizas

Sigo teniendo días más difíciles que otros. Incluso de a ratos me cuesta horrores y de un momento a otro soy libre. Hay días enteros (milagrosos) en los que ni siquiera te pienso, pero los domingos la recaída es inevitable. Las altas horas de la noche, cómo ahora, son terribles. Creo que es la mezcla del insomnio, algún que otro recuerdo y la soledad que me lleva a eso irremediablemente como un tobogán de sensaciones que desemboca en un charco de angustia y desazón.
Hay indicios de mejoría: ya no tengo de esas mañanas que me sacan el aliento y me cierran el pecho. Ciertas conversaciones me mantienen en eje y me ayudan a dar pelea, pero basta con descuidarme un poco y bajar la guardia para que un mínimo detalle me sacuda como un gancho a la mandíbula. 
Recién escuché tu voz en un audio que preferiría borrar de la faz de la tierra y sin embargo no puedo. Y me trajo de todo: recuerdos lindos como las charlas a la mañana con tu voz congestionada, y al mismo tiempo dagas en el pecho de solo pensar que quizás nunca la vuelva a escuchar. 
La peor tortura sigue y seguirá siendo no entender cómo pasó todo esto. Cómo terminamos acá. Qué fue lo que te tuvo que haber pasado para elegir este presente de mierda frente a un pasado increíble que no tenía techo.
Sigo partido al medio en dos Moros: uno sensato que constantemente trata de salir adelante a toda costa, y otro terco que ni piensa en bajar los brazos. Se cagan a palos entre ellos y toman las riendas alternadamente. Para afuera suelo mostrar al sensato incluso con aires de superación. No vaya a ser cosa que alguien se dé cuenta de que todavía hay una parte de mí que sigue empantanada en lo que todos ven como un charco pero a mí me parecen arenas movedizas.

6 meses y van... 

31 de enero de 2022

Juego de la oca

Tiraba los dados y avanzaba los casilleros "saltando" de uno en uno hasta aterrizar en el que me tocaba, me inclinaba para leerlo y decía en voz alta: "Retrocede hasta la salida". En esa época de mi vida conocía la frustración por primera vez, en su versión "para niños" y "apta para todo público". Porque para un nene de 5 años eso era la frustración, todavía no existían las entrevistas laborales fallidas, no conocía el significado de la palabra "recursar" y tampoco sabía que el amor, a veces, no funciona como en las películas. 

A regañadientes agarraba mi oca y volvía a la primera casilla mirando todo el camino recorrido en vano y pensando en todos los turnos que iba a tener que esperar para volver a posicionarme ahí. Esa hazaña podía costarme como mucho 10 turnos, alguna discusión con mis amigos y hasta una trampita inocente para ganar. Hoy los turnos se estiraron a meses o años, las ocas se convirtieron en personas que vienen y se van, y los casilleros se desdibujaron tanto que es imposible entender dónde estamos parados.

Ayer el objetivo era ser el primero en alcanzar la "llegada", hoy es recuperar lo que en algún momento fuimos. Mi oca ya no tiene la mirada fija en la llegada, sino que te mira a vos y te sigue por todo el tablero. Tiro los dados todos los días y me entrego por completo a la suerte, aparentemente eso no cambió. Por lo general avanzo lo mismo que retrocedo, cada tanto recibo un mensaje tuyo que se siente como un doble 6, mientras que tus silencios me hacen perder un turno. Por momentos me seduce la idea de dejar de jugar, disfrutar el camino recorrido y cerrar el tablero, pero la necesidad de terminarlo es más fuerte que yo. Para bien o para mal. Para perder o para ganar. Y soy consciente de que en cada turno me juego el pasado, en cada tiro puedo llegar al final o puedo volver a la salida. No es la primera vez que juego, no sería la primera vez que pierdo. Sería la primera vez que gano.

3 de enero de 2022

De bucles temporales y formas geométricas

 "Hay heridas que no cierran y dolores que son para siempre" digo hace años cada vez que alguien comparte conmigo una situación dolorosa, ruptura, pérdida o lo que sea que aplique. Una frase que recito de memoria a esta altura después de repetirla tantas veces porque me gusta como suena y siempre creí que tiene mucho de cierto. 

Pero... no estoy muy seguro de donde vino. Osea, alguna vez evidentemente me iluminé o me inspiré y articulé la idea de esa forma y con esas palabras, me gustó el resultado y el impacto; y entonces repetí la fórmula. Y es que la idea es algo bastante familiar y racionalmente cierta para cualquiera que se ponga a pensarlo: todos tenemos al menos una de esas "heridas que no cierran", a raíz de algo que nos hicieron o nos hicimos y nos marcó para siempre dejando cicatrices pero al mismo tiempo sin cicatrizar del todo. Todos tenemos ese nombre que nos hunde el pecho cuando lo escuchamos nombrar, un lugar por el que pasamos y no podemos contener el suspiro, o simplemente canciones que las escuchas y parecieran una daga pidiendo permiso para extirparte el corazón. 

Y de ahí vienen esos "dolores que son para siempre". Esa sensación de ahogo que experimentamos cuando el dedo va a la llaga, esa necesidad de llenar los pulmones con el aire que te robó ese instante en que recordaste a esa persona; esa languidez emocional que genera el vacío que dejan ciertas personas y que por mucho que lo intentes no podes reemplazar. Casi como ese juguete para niños con cubos, cilindros y triángulos en el que cada pieza encaja perfectamente en su lugar, pero que si perdés una no podes reemplazarla con otra porque simplemente no es.

Y volviendo al punto original, nunca supe de donde salió esa frase, cómo llegué a esa conclusión si nunca me había pasado algo parecido. Hoy, en perspectiva, pienso que algún tipo de anomalía temporal hizo que mi yo del 2022 madure la idea, la procese y se la trasmita a algún Moro del pasado. Una suerte de premonición del tren que me iba a pasar por arriba a finales del 2021. Tal vez fue una advertencia infructuosa, o simplemente un bucle temporal sin otro sentido que reírse de la naturaleza inexorable de la causalidad.