Hay indicios de mejoría: ya no tengo de esas mañanas que me sacan el aliento y me cierran el pecho. Ciertas conversaciones me mantienen en eje y me ayudan a dar pelea, pero basta con descuidarme un poco y bajar la guardia para que un mínimo detalle me sacuda como un gancho a la mandíbula.
Recién escuché tu voz en un audio que preferiría borrar de la faz de la tierra y sin embargo no puedo. Y me trajo de todo: recuerdos lindos como las charlas a la mañana con tu voz congestionada, y al mismo tiempo dagas en el pecho de solo pensar que quizás nunca la vuelva a escuchar.
La peor tortura sigue y seguirá siendo no entender cómo pasó todo esto. Cómo terminamos acá. Qué fue lo que te tuvo que haber pasado para elegir este presente de mierda frente a un pasado increíble que no tenía techo.
Sigo partido al medio en dos Moros: uno sensato que constantemente trata de salir adelante a toda costa, y otro terco que ni piensa en bajar los brazos. Se cagan a palos entre ellos y toman las riendas alternadamente. Para afuera suelo mostrar al sensato incluso con aires de superación. No vaya a ser cosa que alguien se dé cuenta de que todavía hay una parte de mí que sigue empantanada en lo que todos ven como un charco pero a mí me parecen arenas movedizas.
6 meses y van...